martes, 5 de agosto de 2014

¿Insolidarios por tradición?



Hablamos mucho en este espacio de los recortes económicos que está sufriendo el casi Sistema de la Dependencia. Cuando lo hacemos, no dejamos de lado las consecuencias vitales que en cada colectivo y en cada persona acarrean dichos recortes. Los episodios son de cada día. Hoy mismo:


Los trabajadores sociales de Galicia critican los recortes en dependencia , que aseguran van a provocar situaciones de desatención  http:bit.ly/1owIHU6


Siempre pensamos en la culpabilidad de las instituciones, en la incapacidad de empatía de los gobiernos. Y criticamos su política de mera rentabilidad, y su inclinación a cumplir antes con los poderosos que con aquellos que necesitan de mayor atención. Y en un sentido amplio de la rentabilidad como valor incluso ético, la falta de sensibilidad y la desatención por parte de los gobiernos no sólo se refiere a los recortes económicos directos. Se manifiesta igualmente en una desahogada ignorancia de las condiciones cotidianas de la vida del colectivo de las personas con diversidad funcional, y en una absoluta falta de interés por incorporarlas a las diferentes áreas de la vida social.

Dos ejemplos de los últimos días:

Denuncian la falta de accesibilidad de las piscinas municipales en Madrid,   http://bit.ly/1p5Ncpc

CSIF Educación Madrid denuncia la retirada del compañero de apoyo a una profesora invidente de la Escuela de Idiomas, http://bit.ly/1ltNaCx



Pero, a menudo, nosotros los ciudadanos no nos quedamos muy a la zaga de las instituciones y los gobiernos. Igual que pienso que los gobiernos recortan y recortan en Cultura en parte porque saben que pueden hacerlo, y pueden hacerlo porque en general en este país nuestra sensibilidad colectiva hacia la Cultura como valor vital y social es muy pequeña, sostengo que no les resulta demasiado arriesgado desatender el Sistema de Dependencia, porque nuestra responsabilidad colectiva hacia las situaciones de la diversidad funcional es muy limitada. No hemos cambiado nuestras actitudes en profundidad todavía. Practicamos la integración y la inclusión a distancia. Somos un país que tradicionalmente ha vivido en las apariencias. Somos débiles para el compromiso y la responsabilidad común. Tendemos a practicar la empatía una vez al año (por Navidad) y a echar la culpa al otro cuando nos pillan en vergüenza.

Uno de los más recientes ejemplos de esta in-aptitud:

Aspace denuncia la expulsión de un grupo de jóvenes con parálisis cerebral del pub Soho Lounge de Almuñécar, bit.ly/1s68Hc7
http://

Al parecer, no entra en nuestros esquemas personales y  sociales para la  integración el derecho a compartir el ocio y  la alegría. Así somos, cuadriculados. Acomodados.






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